La Fundació Gaspar expone Trash Mirror Boxes (2016), una compleja crítica al juego de apariencias de la sociedad de consumo que se podrá ver hasta el 5 de febrero
De pequeños el espejo nos permite hacer solos las cosas y de esta forma empezamos a imitar a nuestros padres. Ellos son realmente nuestro espejo, una imagen de perfección con la que nos identificamos y que deseamos complacer. El espejo nos hace independientes, pero también nos muestra la carga que vamos a arrastrar toda la vida.
En Trash, Stefan Brüggemann (1975, Ciudad de México), nos propone un itinerario guiado por cajas de espejos que simulan ser las típicas cajas de cartón para embalaje, un primer contraste que pone en relieve el carácter “pop conceptual” del artista. Un recorrido aderezado por su habitual ironía, su enfoque minimalista del espacio y su uso del lenguaje.
Brüggemann llega a la Fundació Gaspar un año después de su creación a cargo de Moishan Gaspar (bisnieto del fundador de la histórica Sala Gaspar, que contempló el s. XX desde la calle Consell de Cent de Barcelona).
Desde que cruzamos la primera puerta, la obra nos aborda de forma imponente e intuimos que el autor ha concebido el espacio como una instalación, situando en el centro de la sala el objeto fundamental que nos va a guiar por la exposición: una pequeña caja de espejos, donde se hayan grabadas con ácido la palabra trash y las cintas adhesivas propias de las cajas de cartón de embalaje. Las paredes de la sala, cubiertas por carteles encolados que lanzan el mismo mensaje, contrastan fuertemente por su estética más sucia y expresiva.
A partir de aquí, diferentes composiciones de cajas estructuran las siguientes salas, ahora rodeadas de paredes blancas con textos vinilados que refuerzan el contenido de la exposición y que son ya marca de la casa. Una de las salas se enfoca como un almacén, en otra vemos una pirámide de cajas apiladas y en la última una gran cruz en el suelo, rodeada de los textos más potentes de la exposición.
Brüggemann, de forma bastante enrevesada, quiere que nos reflejemos en unas cajas que anuncian aquello que no pueden contener, es la mentira vestida de lujo para esconder nuestras miserias, al más puro estilo de un escaparate de Louis Vuitton.
Ahora, el espejo nos exige complacer al “papá capitalismo” que proyecta en nosotros un empoderamiento ficticio y felicidad individual —como los mensajes happy de las tazas de Mr. Wonderful— para que creamos que somos capaces de todo, aunque realmente nos deja más solos en nuestros fracasos y nos convierte en poco más que basura.
Deja un comentario