No.
Vamos, que él mismo lo dice, no me lo invento yo.
Sin duda, estamos en una época donde los límites del arte cada vez son más difusos, casi es imposible definir qué es arte y qué no. Echando la vista atrás, no es hasta el siglo XV, en el Renacimiento italiano, donde se hace la distinción entre el artesano y el artista (¿acaso no existía el arte antes del siglo XV?). Todo esto se complica con la llegada de las vanguardias del siglo XX, que cuestionan todo el arte anterior y el caos que está suponiendo entender el arte contemporáneo. Hace poco apuñalaron en el cuello a una mujer en la Art Basel Miami y los allí congregados visualizaron el sanguinario show creyendo que se trataba de una performance… mola.
Artista o no artista, lo que es impepinable es que Ferran Adrià es un creador como la copa de un pino, probablemente uno de los más influyentes de principios del siglo XXI. Viendo como trabaja —tengo que decir que me tragué las doce horas de su documental elBulli, historia de un sueño (cada uno pierde el tiempo en lo que le da la gana, ¿no?)—, observas un proceso creativo genuino, instintivo, gran capacidad de esfuerzo y una mente lúcida y atrevida. En este proceso creativo es donde el famoso chef ha encontrado conexiones con el mundo del arte.
En este contexto fue invitado a participar en la documenta 12 (Kassel, 2007). A ver, esto no es cualquier cosa, la documenta es, probablemente, la muestra de arte contemporáneo más importante del mundo. Roger M. Buergel, director de la documenta 12 de Kassel, comentó: “he invitado a Ferran Adrià porque ha conseguido crear su propio lenguaje, que se ha convertido en algo muy influyente en la escena internacional. Es esto lo que me interesa, y no si la gente lo percibe como arte o no. Es importante decir que la inteligencia artística no depende del soporte, no hay que identificar el arte sólo con la fotografía, la escultura, la pintura… ni tampoco con la cocina en un sentido general. Pero bajo determinadas circunstancias la cocina también puede ser considerada arte” (Comida para pensar, pensar sobre el comer, Ed. Actar, 2009).
Ferran Adrià y su equipo al final decidieron que su participación en la documenta de Kassel no fueran fotografías de sus platos, ni un show en directo de él cocinando en plan Karlos Arguiñano ante el público (lo cual se podía incluso haber justificado como una performance). Tenían claro que la obra de Adrià solo podía experimentarse completamente en elBulli, cualquier otra cosa era una mera representación de la obra, no la obra en sí misma. Así que se resolvió creando un nuevo pabellón en la documenta, el pabellón G, que se encontraba, y esto no es muy original, en el propio restaurante elBulli, en Roses (Girona): unas pancartas, unos folletos y pabellón montado. Allí acudieron cada noche, invitados por la feria de arte, dos personas a meterse entre pecho y espalda el selecto menú de elBulli.
Como mínimo estaréis de acuerdo conmigo, que cenar e irte sin pagar de elBulli es todo un arte.
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