
Cuadrado blanco sobre fondo blanco, 1918
Óleo sobre tela
78’7 x 78’7 cm
Kazimir Malévich
Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA)
De entrada, el suprematismo es una rayada no apta para los sencillos mortales, entre los que me incluyo. Bueno, especifico, una cosa es la parte visual del suprematismo, figuras simples, geométricas y colores planos, algo muy fácil de digerir, y otra es la filosofía que se esconde detrás de todo ello.
El suprematismo, creado por Kazimir Malévich (1878-1935), fue la búsqueda del sentimiento puro, un arte genuino, sin ataduras académicas. Un arte abstracto, pero carente de la lírica y la poesía de Kandinsky, donde el cuadrado es la forma principal. Es una búsqueda espiritual y Malévich es su profeta, un iluminado que en sus escritos puede aburrir hasta a las ovejas… pero de buen rollo ¿eh?
“El arte del pasado, que estaba al servicio de la religión y del estado, debe despertar en una nueva vida dentro del genuino arte del suprematismo y edificar un mundo diferente, el mundo de los sentimientos.”
Kazimir Malévich (1927)
Para que quede claro que en sus obras no hay segundas lecturas, Malévich nombra a sus pinturas tal como son: Cuadrado negro sobre blanco, Cuadrado blanco sobre fondo blanco, sin mayor misterio, como el que no tiene nada que esconder. En este sentido no se parece a Damien Hirst (1965), el artista más rico que ha conocido el mundo, que suele poner títulos rimbombantes y trascendentes a sus obras. A un tiburón disecado sumergido dentro de una vitrina de formol él lo llama: “La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo”, provocando así una reflexión en el espectador.

Suprematismo (con ocho rectángulos), 1915
Óleo sobre tela
57’5 x 48’5 cm
Kazimir Malévich
Museo Stedelijk (Amsterdam)
A los que todo esto les parece una tomadura de pelo, hay que pensar que las vanguardias artísticas del siglo XX están llenas de artistas que después de conocer y practicar el arte más académico, evolucionan hacia un “nuevo” arte, fruto de la inquietud, la investigación, la rebeldía, el compromiso político, etc. Nadie se levantaba de la cama un buen día y decía: “joder, estoy cansado de currar en la verdulería, voy a crear el surrealismo”. En este sentido, Malévich también era un culo inquieto y pasó por diferentes etapas (impresionismo, neoprimitivismo, cubismo o futurismo) antes de pintar un cuadrado blanco sobre un fondo blanco. Como muy bien dice Vicente Todolí, exdirector de la Tate Modern de Londres: “una sola obra sola no significa nada, el arte no es monoteísta, es panteísta”.
No sé si Richard Hamilton, padre del Pop Art, se inspiró en la obra de Malévich para el diseño de la portada del llamado Álbum Blanco de los Beatles (algunos creen equivocadamente que fue idea de Lennon y Yoko Ono), pero hizo un malévich en toda regla: una portada totalmente blanca con el nombre de la banda en relieve y el número de copia de cada disco. Vamos, una portada suprema.
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